La distancia no es distancia si no se quiere. Un beso se puede sentir en el alma, la sonrisa se puede escuchar, el abrazo puede ponerme la piel de gallina sin ni siquiera tocarme, una voz puede hasta hacerme temblar... a km... a dos horas de avión. A dos horas estoy yo de tu sonrisa y tan cerca puedes estar tú de la mía... que puedes hasta provocarla, aunque sea sin querer.

La ausencia es, sin embargo, lo que se elige de verdad. Lo que nos hace olvidar, que cuando estábamos juntos hasta puede ser, que sonriéramos de felicidad.

Qué difícil es hacer como que no pasa nada,
que ni siento ni veo ni me roza tu perfume en cada almohada,
qué difícil dormir en tantos sitios y que ninguno sea tu cama,
tantas ciudades, tantas calles, tantas caras y que ninguna me diga nada.

Amor, estoy cansada.

Qué difícil es hablarte y que no me estalle la boca con mil "te quieros",
qué difícil por cada sonrisa tuya no levantar un imperio,
qué difícil amor, qué difícil, no armar una guerra por un solo intento de sentir tu piel...

de nuevo...

aquí...

a mi lado, quieta.

Qué difícil, que un niño, corriendo y sin mirar se tropiece con mis piernas
y pensar en ti... y no decirte nada.
Qué difícil amor, qué difícil, tenerlo tan fácil y no atreverme a decir un SÍ.
Por si no soy clara: SÍ.

Qué difícil amor, qué difícil, decir tantas cosas y no decir nada,
decirlo todo con una mirada y que cada uno siga como si nada.
Dejémoslo ya por favor, ¿si? Mírame: SÍ.

¿Y qué si te quiero? ¿Y qué si te lo digo? ¿Y qué si por una vez, dejas lo que estás haciendo, me miras a los ojos y me escuchas? ¿Y qué si por una vez me coges el teléfono? ¿Y qué si resulta que tú también me quieres a mi? ¿Y qué si al final resulta que no, que no quieres saber nada de mi? Pues que estaría bien saberlo, sin más. Que me respetes y me mires, y me escuches y me hables y me contestes. Sin más. Las cosas son así: te amo y punto. Y lo que pase a partir de ahora depende de ti.