Te amo. Y eso que cada día me pareces más idiota y más imbécil, pero, aun así, te amo. Y te juro por mi vida que haré todo lo posible por olvidarte. Y, a menos que, por un milagro, de repente empieces a merecer todo el amor que te he tenido y que te tengo, te juro que lo conseguiré.
Pero antes de ello, ojalá me ames como no amaste a nadie en tu vida. Y después me iré. Y se quedarán contigo las ganas, mi voz, las melodías, la lluvia, el gris de los días, la naturaleza del invierno y todas las cosas cotidianas en las que nos hemos querido tanto.
Y ojalá te invadan las ganas de robarme un beso, de apartar de un plumazo con la mirada y la palabra, al hombre que me haga temblar y erizar la piel. Y ojalá te invada la rabia cuando caliente el sol hasta que te agote por haberme dejado marchar, y la tristeza cuando la lluvia caiga más fuerte que nunca del otro lado de la ventana. Y recuerdes por qué nos gustaba tanto. Y te invada mi imagen en tu cabeza en cada cosa que vivas, que hagas, que pienses, que sientas o que respires.
Y ojalá sea lo que tanto odias lo que al final más desees: mirar el móvil a todas horas para ver si te he llamado. Y confundas el sonido del despertador con una llamada mía y odies el día que te espera después de comprobar que no. Y que no. Y que no. Y que no. Y otra vez. Y otra vez. Y otra vez.
Y ojalá sonrías como un tonto, o como un loco, cuando recuerdes cualquier momento de risa conmigo. Y ojalá te sorprendas cantando solo por la calle y que los demás te miren raro. Y ojalá te parezca verme entre la gente y te tengas que girar dos veces para ver si era yo. Y te de un vuelco el corazón. Y ojalá te levantes a las tres de la mañana para escribir lo que no te atreves a decirme, para escribirme, para describirme. Y ojalá te sorprendas hablando solo delante del espejo, meditando en todo lo que me dirías.
Y ojalá te pueda la ansiedad solo de pensar en verme. Y ojalá te vuelvas patoso, tartamudees y sudes cuando, por un milagro, tengas la oportunidad de tenerme delante. Y ojalá deambules por las calles como un alma en pena por faltarte la valentía de decirme un TE AMO. Y ojalá te atrevas.
Ojalá.
Y yo te olvidaré. Lo juro. Te lo juro. Porque igual que te amo puedo odiarte. Y, de hecho, de momento ya detesto tu estupidez.