Pensé que sacar a alguien de mi vida a todos los efectos (fuera número de teléfono, fuera redes sociales, fuera contacto) sería duro. Y lo es. Pero más duro es que sea en silencio y despacio.
Te dolerá, te lo aseguro, te dolerá, y a mí también, cuando compruebes que tú no me has llamado pero yo a ti tampoco. Cuando con el paso del tiempo comprendas el error y ya no tenga arreglo, no porque yo no quiera, sino porque un silencio aterrador y un frío "¿qué tal?" ya no tengan sentido entre los dos. Cuando mi vida haya seguido sin ti y perfectamente y me haya dado cuenta de que hoy ya no encajas, de que sólo eres pasado. Y seguirás ahí, en mi agenda, pero los dos sabremos que no tiene sentido.
Es como quitar una tirita rápido y de golpe o despacio y tirando de los pelos. Yo suelo preferir la primera opción, porque la primera puede parecer drástica pero la segunda es triste. Y yo nunca fui de achantarme ante lo drástico, pero esta vez la tristeza ya venía de antes, la tirita ya duele antes de arrancarla. No había cerrado la herida y parecía que tú la curabas pero sólo la hundiste más.
Has intentado que yo no arrancase la tirita de golpe y lo has conseguido. Ahora dime, ¿qué harás para que no duela el proceso? ¿Lo evitarás? ¿Evitarás ese proceso? Lo creeré cuando lo vea.
Cuanto más pasa el tiempo, cuanto más se enfría el champán en la nevera, más se entristece la copa y menos sentido tendrá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario